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Las incógnitas del crimen de los marqueses de Urquijo cuando se cumplen 45 años
Rafi Escobedo, quien fuera yerno de los marqueses se suicidó en prisión pero ¿quería encubrir a alguien?, ¿quién más entró aquella noche en la casa?
Este viernes se cumplen 45 años del asesinato de los marqueses de Urquijo, un crimen que conmocionó a los españoles y que dejó muchas incógnitas abiertas, entre ellas el contenido de la confesión de Rafi Escobedo, el yerno de las víctimas condenado por esos hechos y quien, según dijo a la autoridad judicial, contó en el confesionario toda la verdad.
Se la relató a un cura que fue localizado, pero en el juzgado se acogió al secreto de confesión. Y eso que, según cuentan, Escobedo le liberó de esa obligación, relata EFE.
Rafi Escobedo fue condenado en una sentencia que dejó abierta otra incógnita, la que los jueces del tribunal que dictaron sentencia dejaron en el aire. Y es que el fallo afirmaba tajante que el yerno de los marqueses cometió el crimen "solo o en compañía de otros". ¿Quiénes eran los otros?.
Un poco de historia
Fue en 1871 cuando el rey Amadeo I concedió el Marquesado de Urquijo a un financiero alavés: Estanislao de Urquijo y Landaluce. Un hombre de origen campesino pero emprendedor que supo relacionarse con "la crème de la crème" de los mundos financiero y político.
Tras un breve mandato de seis meses como alcalde de Madrid, a este hombre le "llamó" la banca e hizo una notable fortuna prestando dinero a empresarios, entidades, políticos....
Su marquesado fue pasando por diferentes manos en las generaciones sucesivas de la familia hasta llegar a María Luisa Urquijo, la quinta marquesa de Urquijo, quien se casó con Manuel de la Sierra, banquero. Tuvieron dos hijos: Juan, fallecido en 2022, y Miriam.
Miriam conoció a Rafi Escobedo, un joven atractivo de buena familia, con estudios de Derecho pero de poco agrado para el marqués, como comentan a EFE fuentes cercanas al caso. Quizá a su pesar, la boda se celebró en junio de 1978.
Yerno y suegro no congeniaban mucho. Al marqués le irritaba que Rafi no se dedicara a nada, y a este le molestaba el carácter de Manuel de la Sierra. Hasta el punto de que Rafi llegó a advertirle de que se iba a arrepentir del trato que le daba.
Debió ser muy tensa la relación, porque la pareja se mudó de la vivienda familiar de Somosaguas, en Madrid, a un piso de la capital. No mucho después Miriam y Rafi se separaron, relata EFE.
El crimen del verano
Habían pasado dos años y dos meses de aquella boda que seguramente disgustó al marqués, cuando España se despertó con la noticia de que los marqueses de Urquijo habían aparecido muertos, acribillados a tiros en su lujosa residencia de Somosaguas. Era el 1 de agosto de 1980.
Según la reconstrucción de los hechos, esa madrugada varias personas -quizá tres- entraron en la casa por un agujero que hicieron con un soplete en una de las puertas de entrada. Una de esas personas giró el pomo y se quemó.
Quien fuera -uno, dos o los tres- entraron en el dormitorio del marqués y le descerrajaron dos tiros, uno de ellos de gracia. Podría ser que los intrusos solo quisieran matar a Manuel de la Sierra, pero su esposa escuchó ruidos, se levantó a ver qué pasaba, vio a los asesinos, estos a ella, y la dispararon a sabiendas de que era testigo del crimen de su marido. Otro tiro de gracia.
Mientras se avisó a la Policía y esta llegó, a alguien se le ocurrió lavar los cuerpos. Quizá lo hizo de buena voluntad, pero el agua y el jabón pudieron llevarse huellas o indicios claves para la investigación.
Aunque al principio trascendieron pocos detalles del crimen y de su investigación, el asesinato de los marqueses mantuvo en vilo a muchos ciudadanos, interesados en los resultados de las pesquisas de la Policía, recoge EFE.
Todos los ojos puestos en Rafi
La investigación, como dijeron en su día las fuentes consultadas por EFE, fue dando palos de ciego y prosiguió pese a algunas "zancadillas" que fue encontrándose en el camino, como ya el mencionado lavado de los cuerpos o la desaparición de los casquillos.
De las pesquisas se hizo cargo un inspector de Policía, José Romero Tamarall. Y fueron muy concienzudas. Se llegó a investigar uno por uno a todos los compañeros de clase del hijo de los marqueses, que estudiaba en la Universidad Complutense. Y los hijos de la pareja fallecida tampoco se quedaron libres de sospecha.
Los investigadores comprobaron que no habían sido tiros de gracia de cualquier sicario o de cualquier miembro de una banda organizada, porque estos hubieran disparado a la sien de la mujer. Parecían más bien disparos con armas de caza mayor.
Ocho meses después Rafael Escobedo, Rafi, fue detenido tras encontrarse en una propiedad de su padre en Montalvillas de Huete (Cuenca) unos casquillos de pistola similares a los usados en el doble asesinato.
La pistola, marca Star, modelo F, calibre 22 y que figuraba inscrita a nombre de Miguel Escobedo Gómez-Martín, padre de Rafi y socio de la Federación Nacional de Tiro Olímpico, fue encontrada más tarde por unos bañistas en el pantano de San Juan.
Y algo poco ortodoxo ocurrió en la instrucción: los casquillos desaparecieron. Pero menos mal que el informe pericial ya se había hecho cuando se encontraron y eso sirvió para cotejar y comprobar que habían sido percutidos con ese arma.
Rafi
Rafi Escobedo reconoció los hechos en su primera declaración, pero no dijo quién había disparado ni con quiénes entró en la casa. Una pregunta sigue surgiendo ante esa actitud. ¿Quería Escobedo encubrir a alguien?.
Dejó claro, eso sí, que la intención era acabar con la vida del marqués, porque este le despreciaba. En ningún momento ni él ni los que le acompañaban quisieron matar a la marquesa.
Escobedo estuvo primero en la cárcel madrileña de Carabanchel y después en la de El Dueso (Cantabria). Fue condenado a 53 años de cárcel como autor de los asesinatos. Había cumplido solo cinco años cuando el 27 de julio de 1988 se suicidó.
Lo había intentado otras veces, pero ese día Rafi Escobedo, que tenía 34 años, se colgó con una sábana. En su cuerpo había restos de cocaína y cianuro.
Durante el proceso judicial intervinieron varios psiquiatras, que consideraron al yerno de los marqueses una persona inmadura, con afán de notoriedad y un tanto dependiente en sus relaciones.
Un perito llegó a decir que, por su personalidad, no era descartable que firmara su culpabilidad por presiones externas, pero le veía incapaz de matar.
Un segundo sumario
Aunque el Tribunal Supremo confirmó la condena en 1984, las declaraciones de Mauricio López-Roberts, amigo de Rafi, permitieron abrir un nuevo sumario.
Esas declaraciones llevaron a la detención del propio López-Roberts y de Javier Anastasio de Estepona. Ambos fueron procesados como presunto encubridor el primero y coautor el segundo.
Y es que a Mauricio los investigadores no llegaron a situarle en el lugar del crimen, pero sí a Anastasio. La puerta por la que los sospechosos entraron a la mansión de los marqueses fue llevada hasta la sede judicial para reconstruir el momento.
Allí se comprobó que la cicatriz que Anastasio tenía en el brazo se correspondía con la quemadura que se hizo al meter la mano por el agujero aún caliente que habían hecho con un soplete.
Mauricio quedó en libertad bajo fianza de medio millón de pesetas. Anastasio permaneció en la cárcel de Carabanchel hasta marzo de 1987, cuando salió en libertad provisional. A finales de ese año huyó de España. Regresó cuando prescribió el delito. En su día contó a las autoridades judiciales que él arrojó el arma del crimen al pantano.
Los representantes de Arrieta consideran que la intención de la defensa es "generar una duda inexistente" en el proceso
El juez la ha citado a declarar el 11 de noviembre, así como al abogado de Santos Cerdán, Jacobo Teijelo
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