Ni nos acompañan desde la prehistoria ni arribaron a Europa procedentes de Oriente Próximo. En realidad, llevan apenas 2.000 años entre nosotros
La ciencia reescribe el origen del gato doméstico: todo lo que dábamos por sentado era incorrecto
Ni nos acompañan desde la prehistoria ni arribaron a Europa procedentes de Oriente Próximo. En realidad, llevan apenas 2.000 años entre nosotros
El gato doméstico llegó a Europa hace solo unos 2.000 años procedente de poblaciones del norte de África, revela un nuevo estudio, el cual cuestiona la creencia de que la cuna de este felino está en el Próximo Oriente y acompaña a los humanos europeos desde el Neolítico.
Un estudio con participación española y que publica Science recurre al análisis del ADN nuclear del genoma de 70 gatos de yacimientos en Europa y Anatolia, y otros 17 de gatos silvestres modernos de Europa y el norte de África, lo que supone la reconstrucción genética más completa sobre su origen y dispersión.
La domesticación del gato "es un proceso muy complejo" que pudo haber involucrado a múltiples regiones y culturas del norte de África, señala a EFE la arqueozoóloga Marta Moreno, investigadora del Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y una de las firmantes del artículo, informa la Agencia EFE.
Es posible que haya varios centros de domesticación, "pero desde luego, el norte de África juega un papel fundamental en su llegada a Europa". En cuanto al momento, sería el siglo I a.C. "prácticamente -dice- es con los romanos cuando se produce es expansión del gato doméstico por Europa".
La investigación, encabezada por la Universidad de Roma Tor Vergata, identifica dos oleadas principales de la llegada del gato montés africano a Europa.
La primera, durante el primer milenio antes de Cristo, se documenta en Cerdeña, donde un linaje procedente del noroeste de África dio origen a la población de gatos silvestres que aún se conserva en la isla, apunta el CSIC.
La segunda, decisiva para la historia del gato doméstico moderno, se produjo en época romana, cuando a partir del siglo I a.C. difundieron gatos domésticos a lo largo de sus rutas comerciales, militares y marítimas, extendiéndolos por el Mediterráneo, Europa central y Britania.
El trabajo también examina cómo interactuaron los linajes domésticos y silvestres tras su introducción. La hibridación genética fue limitada en época romana, se intensificó durante la Edad Media y continúa hoy en día en algunas zonas, con repercusiones relevantes para la conservación del gato montés europeo.
Estos resultados, basados en los estudios genéticos, cuestionan la creencia de que los agricultores neolíticos del Próximo Oriente habían introducido gatos domesticados en Europa para proteger sus cosechas.
La cabañas ganaderas llegan a Europa desde Próximo Oriente, donde se produjo el proceso de domesticación, y el gato es incluido en ese conjunto, idea a la que contribuyó el descubrimiento de un enterramiento conjunto humano-gato hacia el 7500 a.C. en Chipre, que sugería una domesticación temprana, indica Moreno. Por otra parte, el arte egipcio posterior y los enterramientos de animales apuntan a un segundo foco de domesticación en Egipto que sería más tardío.
El nuevo estudio contradice esas dos visiones y los análisis genómicos señalan que los felinos recuperados en yacimientos del Neolítico y Calcolítico (desde el VII al III milenio a.C.) del sudeste de Europa y Anatolia eran, en realidad, gatos silvestres cuyos antepasados habían hibridado con gatos africanos no domesticados mucho tiempo antes.
Los investigadores plantean un cambio de paradigma sobre la llegada y evolución del gato doméstico, al mostrar que su domesticación no fue un proceso único ni localizado.
Al contrario, se trató de "un fenómeno complejo y posiblemente multicéntrico dentro del norte de África, y que su llegada a Europa fue tardía, vinculada a las redes mediterráneas impulsadas por fenicios, púnicos y romanos, que desempeñaron un papel mucho más importante en su expansión que las sociedades neolíticas del Próximo Oriente", explica el CSIC.
Este estudio, agrega Moreno, destaca la importancia de recuperar los restos faunísticos en las excavaciones arqueológicas, puesto que constituyen un patrimonio con el que se puede generar conocimiento, no solo sobre la distribución y dispersión de las especies animales, sino sobre las múltiples relaciones que las comunidades humanas establecieron con ellas.
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