Solidaridad, caridad, no estupidez

No se puede ser tan bruto como pedir el hundimiento del barco, cuando la lógica y la corrección nos exige que lo expropiemos y lo usé para el salvamento real

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Solidaridad, caridad, no estupidez
El autor esEnrique De Santiago
Enrique De Santiago
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"Todo lo que hagáis por uno de esos pequeños a mí me lo hacéis", nos dijo Jesús. Es evidente que la caridad cristiana es mucho más profunda que la solidaridad, que curiosamente siempre se presta con un lucro claro y evidente.

La ayuda, apoyo, cuidado y cariño que se debe de dar a quien lo precisa es una acción que nace del corazón y que se otorga sin esperar nada a cambio; cuando se realiza con igual sentimiento, pero a cambio de una contraprestación, pierde su valor ético para convertirse en un negocio solidario.

Es evidente que al inmigrante que precisa nuestra ayuda y socorro debemos, como sociedad, concederle cuanto precise; pero también estamos obligados a cumplir la ley, a dar al Cesar lo que es del Cesar. De este modo, el auxilio al necesitado debe de ser una necesidad que cubra nuestro sistema social y económico, pero no puede servir para que aquellos que lo reciben obtengan una posición mejor que aquel que acudió a nosotros legalmente o que nuestros propios necesitados.

Finalmente, aquel que acude a nuestra casa y ha sido ayudado no puede exigir la imposición de sus costumbre, creencias o modos de actuar; está obligado a respetar las que nosotros tenemos y que nos han permitido disfrutar de todo aquellos con lo que podemos ser solidarios. No podemos exigir que pierdan su religión ni que dejen de lado su tradición para acoger la nuestra: es una cuestión de integración, de forma que guarden sus creencias en la medida que no turben las nuestras. Si en sus países les imponen el burka, la ablación o el menor valor de sus mujeres y acuden a nuestra libertad, deben respetar la dignidad y la libertad de nuestras mujeres, y no someter a las propias, por respeto a ellas, por respeto a quienes les acogieron, y si no están dispuestos a ese respeto, una vez salvados, deben de ser expulsado. Debemos de ser ranas que ayudan a pasar el charco, pero no debemos de admitir al alacrán que nos picará por ser su naturaleza, o renuncia al aguijón o no podrá pasar.

El uso y manipulación que vivimos con los inmigrantes, con el racismo, con la falsa realidad y la utilización partidista que de ella se realiza producen arcadas.

Somos un país históricamente solidario y unido ante la adversidad que, en los momentos presentes, por cima del denominado sector público, y pese a las nefastas o indignantes formas de actuar de la mayor parte de nuestros dirigentes, de todos los colores, el pueblo siempre ha estado como un único hombre en el apoyo, la ayuda, la salvación y la caridad, siempre sin interés o contraprestación; lo hemos demostrado en el COVID, pese a ser el país con más muertos y peor gestionado, con la DANA y los incendios, pese a la irresponsable política de ecologistas de salón, y con cada barca con inmigrantes que acuden a nuestras costas. Pero es evidente que las políticas de puertas abiertas y de llamamiento a una inmigración ilegal que se posiciona mejor que los nacionales y los inmigrantes legales es un error, amén de una manifiesta injusticia que nace del mal uso de un sentimiento digno que se manipula para lucrarse.

Open arms debe desaparecer como organización de tráfico de seres humanos que se sufraga con fondos públicos para dar imagen a determinados políticos o personajes que han hecho del dolor su modo de vida, afirmando salvar náufragos que se generan por mafias en sus países de origen, a los que se ceden fondos para evitar la inmigración que se usan para apoyar a las mafias. Fue Pablo Iglesias el que modificó el modelo de ayuda al inmigrante por medios públicos para subvencionar este tipo de asociaciones que con fines loables se nutren de fondos públicos o privados para que sus dirigentes lucren importantes salarios con rostro de luchadores por la libertad.

No se puede ser tan bruto como pedir el hundimiento del barco, cuando la lógica y la corrección, en lugar de hundir su barco, nos exige que lo expropiemos y lo usé para el salvamento real de personas, con un personal profesionalizado, funcionario público, sometido a control y acceso público, que realice su trabajo sin otro criterio que el objetivo y apolítico de apoyo al necesitado. Es decir, limpiemos de basura política, sectaria y ruin, lo que debiera de ser una acción altruista y loable.

El tercer sector es fundamental y necesario, pero en él hay demasiado 'gana panes', activistas y 'mononeuronales' que lo usa incluso en contra de los que manifiestan defender. Cuando en una asociación de discapacitados se les deja sin comer, sin cuidado, abandonados y se traiciona la acción que se dice cumplir para, supuestamente, acudir a una huelga ilegal por política que sirve para autogenerase un puente, mientras se lucran más de 3000 euros al mes de unos coasociados o usuarios que no pueden asumir más gastos, es evidente que se es no sólo un canalla, sino un presunto profesional desgraciado que se lucra con el dolor ajeno (verdad Teresa. Yo no me he olvidado de ti, que lo sepas).

Es imprescindible que dejemos de utilizar la necesidad, el dolor, las angustias de quienes nos rodena para lucrarnos, obtener ventaja política o vender unos servicios sociales que no sirven, pero son muy lucrativos. Debemos apoyar, ayudar, aliviar y conceder nuestro corazón al que lo precise, dentro o fuera. Los españoles, el pueblo, ha demostrado que lo sabe hacer, que son los únicos que están cuando realmente es preciso; ahora lo que tenemos que hacer es que nuestros políticos lo aprendan y dejen de sobar lo que deben de cuidar. Que dejen de manipular para remangarse las camisas y empezar ellos también a ayudar con su esfuerzo y no sólo con nuestro dinero. 

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