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Viajar en el tiempo a través de los libros
LLega la edición nº 47 de la la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Recoletos
El Paseo de Recoletos, normalmente escenario del ajetreo cotidiano de Madrid, se convierte durante unas semanas en una arteria detenida en el tiempo entre tapas duras, cubiertas ajadas y páginas que crujen como hojas secas. Es la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, una tradición literaria que año tras año convoca a lectores, curiosos y coleccionistas en busca de hallazgos imposibles.
A ambos lados del paseo, más de treinta casetas de madera pintadas de blanco y azul claro despliegan su arsenal de volúmenes como cofres del tesoro. No hay dos iguales. Algunos esconden novelas con olor a sótano, otros presumen de enciclopedias con letras doradas, y no faltan los que exhiben cómics antiguos, carteles de cine, postales ilustradas y hasta recetas manuscritas de siglos pasados.
La variedad abruma: desde ediciones económicas para estudiantes hasta incunables que requieren guantes para ser manipulados. Puedes encontrar una primera edición de los años 30 por varios miles de euros, o llevarte por apenas tres monedas un ejemplar de bolsillo de una novela negra olvidada. Aquí conviven Cervantes con Tintín, Simone de Beauvoir con cuadernillos de educación primaria de posguerra, y poetas del siglo XIX con libros de autoayuda de los años 70.
Pero la feria es mucho más que una venta. Es un espacio de conversación, donde los libreros –auténticos guardianes de historias– hablan con los visitantes como quien comparte secretos de familia. Algunos han viajado desde ciudades lejanas con su furgoneta cargada de libros. Otros son madrileños de toda la vida que llevan décadas instalando su caseta en el mismo lugar. Todos tienen anécdotas: libros que desaparecieron y reaparecieron misteriosamente, manuscritos encontrados en el interior de tomos polvorientos, o clientes que rompieron en llanto al encontrar un ejemplar que leyeron con su abuelo.
Hay también guiños a la historia literaria. Este año, por ejemplo, muchos escaparates hacen referencia a Ramón María del Valle-Inclán, cuyo espíritu parece pasearse entre las casetas con su melena blanca y su bastón. Ilustraciones, citas teatrales y ediciones ilustradas de Luces de Bohemia aparecen como homenajes dispersos entre los puestos.
Los visitantes recorren el paseo con paso lento y mirada ávida. Hay quien viene con una lista precisa de títulos; otros se dejan llevar por la intuición. Los niños descubfren cuentos con dibujos antiguos, mientras los adultos palpan encuadernaciones de cuero como si acariciaran reliquias. La feria, sin proponérselo, se convierte en una escuela silenciosa donde cada portada puede abrir una clase de historia, arte o política.
A diferencia de otros eventos culturales más ruidosos, aquí reina un murmullo amable, apenas interrumpido por el paso de una bicicleta o el rumor de hojas al pasar. Al fondo, el sonido de un acordeón callejero pone la banda sonora perfecta para esta postal suspendida en el tiempo.
Visitar la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión no es solo una actividad cultural, es una experiencia sensorial, emocional e incluso filosófica. Porque, al fin y al cabo, rebuscar entre libros usados es también una forma de buscarse a uno mismo, entre las palabras que otros escribieron hace décadas y que, por algún misterio, siguen diciendo algo hoy.
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