Las redes sociales acumulan centenares de vídeos con la etiqueta "sober curious", explicando el proceso de dejar o reducir el consumo alcohol
La noche en la que el arte no duerme en Madrid
Éxito de participación en la noche de los museos. Más de 14.000 personas visitaron ayer El Prado
Cada año, Madrid se transforma con motivo de la Noche de los Museos, y el Museo Nacional del Prado se convierte en uno de los epicentros culturales más esperados por los amantes del arte. Con una historia que se remonta a 1819 y un patrimonio pictórico de valor incalculable, el Prado abre sus puertas al caer la noche para ofrecer una experiencia que trasciende la visita tradicional.
Pasadas las ocho de la tarde, una fila serpenteaba junto a los jardines del Paseo del Prado. Familias, parejas, turistas despistados y madrileños de mirada entusiasta esperaban con calma a las puertas del Museo del Prado. Era la Noche de los Museos, y esa noche, el arte se quedaba despierto.
El acceso gratuito atrajo a una multitud que, lejos del bullicio del día, encontró una nueva forma de mirar. Al cruzar las puertas del edificio Villanueva, la luz tenue y la calma hacían del museo un lugar casi sagrado. No había prisa. Solo ojos atentos y pasos silenciosos.
Las salas principales, donde residen gigantes como Velázquez, Goya, El Bosco o Rubens, se convirtieron en escenarios de contemplación íntima. Frente a Las Meninas, el murmullo se disolvía. No faltaban quienes se quedaban largos minutos frente a El Jardín de las Delicias, intentando descifrar los secretos del tríptico bajo una iluminación más suave de lo habitual. La noche, de alguna forma, parecía abrir otras puertas al asombro.
Pero la experiencia iba más allá de mirar cuadros. En una sala lateral, un piano acariciaba el aire con notas de Debussy y Satie. Una pianista joven ofrecía breves recitales que acompañaban el recorrido. La música flotaba y se entrelazaba con los colores de los lienzos. Algunos se detenían a escuchar, otros simplemente dejaban que el sonido les acompañara mientras seguían caminando entre obras centenarias.
En otra zona del museo, un ambiente más moderno esperaba: una mezcla de luz ambiental y música electrónica en clave suave, curada por DJs locales. Nada estridente, solo una banda sonora alternativa para una noche fuera de lo común. Allí, entre columnas clásicas y techos altos, se cruzaban las generaciones. Algunos bailaban con timidez. Otros simplemente sonreían.
Una instalación interactiva permitía a los visitantes tomarse fotos en escenarios inspirados en las obras del museo. Aunque era opcional, muchos se animaban, buscando un recuerdo tangible de una noche irrepetible.
A medida que avanzaba la noche, el murmullo crecía, pero el respeto por el espacio se mantenía. A las doce, aún quedaba gente entrando, con ojos brillantes, como si estuvieran por descubrir un secreto.
Cuando las puertas cerraron finalmente, poco después de la medianoche, los rostros que salían del Prado eran diferentes a los que habían entrado. Había en ellos algo de fascinación, algo de calma, algo de haber vivido una experiencia que solo la noche puede ofrecer.
Porque hay noches que no son solo para dormir. Hay noches, como esta, en las que el arte también sueña despierto.
Sus designaciones se someterán este lunes a la consideración de la Junta directiva del partido
Los agentes interceptaron una furgoneta en la que iban cuatro hombres, uno de ellos con restos de sangre en su ropa
Éxito de participación en la noche de los museos. Más de 14.000 personas visitaron ayer El Prado