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Ana María Matute y sus mundos fantásticos, en el centenario de su nacimiento
Ganadora del Premio Cervantes en 2010 y académica de la RAE desde 1996, Matute tenía una poderosa imaginación y nunca se desprendió de su infancia
'Demonios familiares' es la novela que Ana María Matute nunca llegó a concluir, y 'Mada', el nombre del ama de llaves de ese libro, es la última palabra que quedó en su máquina de escribir, dos detalles para recordar en el centenario del nacimiento de la escritora que nunca se desprendió de su infancia, relata EFE.
En 2013, Ana María Matute explicó que, a pesar de los vértigos que sufría, tenía un libro "a medio hacer", que se titularía 'Demonios familiares'. Murió el 25 de junio de 2014 en Barcelona, 31 días antes de cumplir los 89 años y sin terminarlo.
Ganadora del Premio Cervantes en 2010 y académica de la RAE desde 1996 (con el sillón de la letra K, "la más rara", bromeaba), Matute tenía una poderosa imaginación, que desarrolló leyendo y escribiendo cuentos desde niña, y que le permitió crear historias cuando la castigaban en el cuarto oscuro de su casa.
"Nunca me he desprendido de la infancia, y eso se paga caro. La inocencia es un lujo que uno no se puede permitir y del que te quieren despertar a bofetadas", afirmaba la escritora cuando publicó a finales de 2008 'Paraíso inhabitado', donde combinaba realidad y magia al reconstruir de forma magistral la infancia de la protagonista, que tenía mucho que ver con la suya propia. Fue su última novela.
La primera la escribió a los 17 años, 'Pequeño teatro'. Es una historia sobre un mundo fantástico de títeres movidos por emociones humanas, pero que no publicó hasta ocho años más tarde. Con ella, en 1954, se convirtió en la primera mujer en conseguir el Premio Planeta.
'Olvidado Rey Gudú', 'Aranmanoth', 'Los soldados lloran de noche'; 'Los Abel', 'Fiesta al Noroeste'; 'Los hijos muertos' o 'Primera memoria' son algunos de sus títulos imprescindibles.
Nacida en Barcelona el 26 de julio de 1925, hija de madre castellana y padre catalán, Ana María Matute fue luminosa, vital, sincera y divertida, incluso cuando la salud comenzó a quebrarse, sobre todo a raíz de una larga convalecencia en 2008 por una rotura ósea.
Aún hoy, es un gozo recordarla en los Cursos de Verano de la Universidad Complutense de Madrid, en San Lorenzo de El Escorial, ya con su melena blanca, su bastón y charlando con todo el mundo de las pequeñas grandes cosas importantes de la vida.
Opositora de lo 'políticamente correcto' y considerada como una de las más grandes figuras de la literatura española de postguerra, vivió con gran dolor su ruptura matrimonial con el escritor Eugenio de Goicoechea en 1963, cuando el divorcio era algo impensable y la custodia se otorgaba de manera generalizada al padre.
Así, durante dos años solo pudo ver los sábados a su único hijo, Juan Pablo, hasta que logró recuperar la custodia cuando el niño tenía 10 años. Él estuvo a su lado hasta el final, empujando la silla de ruedas cuando la escritora ya no podía caminar.
"La literatura ha sido, y es, el faro salvador de muchas de mis tormentas", reconoció con serenidad en la ceremonia de entrega del Premio Cervantes en 2010, el galardón culminante de su carrera, que reconoció, según el jurado, una obra extensa y fecunda que se mueve entre el realismo y "la proyección a lo fantástico" y por poseer "un mundo y un lenguaje propios".