Ocupaba desde 2020 el puesto de Secretario de Estado de Seguridad. Su salida coincide con la revelación de audios sobre una presunta operación contra la UCO
¿Dónde está el oremos?
"He intentado sostener que la vida humana, incluso la de nuestro enemigo, debe de estar por encima de la vida de cualquier bicho, casi me comen"
En el concilio Vaticano II se decía que se había perdido el oremus cuando se perdía alguno de los intervinientes en la oración por distracción o perder el hilo de la oración, lo que suponía una pérdida importante de conexión con el Espiritu Santo. De ahí, coloquialmente, ha pasado a considerado como la pérdida de la cordura, carecer de criterio, en fin 'abobarte'.
Pues bien, en estos días he tenido una conversación con varias personas que me ha hecho pensar que hemos perdido el oremus y el norte que debe presidir nuestro caminar, o yo, al menos, no encuentro esa rosa de los vientos que se precisa para navegar.
Me preocupa y duele más la muerte de mi gato, de mi perro, de mi mascota, que la muerte de un desconocido, de alguien con el que no tengo conexión; ese ha sido el discurso que me han presentado no una, ni dos ni tres, sino varias personas. Y cuando me he revuelto y he intentado sostener que la vida humana, incluso la de nuestro enemigo, debe de estar por encima de la vida de cualquier bicho, casi me comen.
Es evidente que en la sociedad en la que vivimos la política ha hecho que valga más la vida de un gato que la de un ser humano en el seno de su madre, pero que ese discurso político cale en la vida de los ciudadanos hasta el punto de despreciar la vida de un ser humano frente a la vida de su gato me parece que es una distorsión en la escala de valores que nos llevará paulatinamente a la destrucción del ser humano.
Si vale más un gato que un ser humano, nada nos impide que sometamos a tortura y a nuestra voluntad al que no conocemos y permitamos que nuestro gato nos imponga sus costumbres o modos de actuar.
Si es más importante la vida de mi perro que la de un niño al otro lado del globo, ¿qué nos impide bombardear el otro lado del globo y denunciar a mi vecino por perturbar el hábitat de mi gato? Si esto es así, se entiende que me da igual asesinen o violen a las ucranianas o las españolas, pero se me engola la voz adjetivando de genocida al Estado de Israel. Pues las ucranianas o las españolas no las conozco y valen menos que mi gato, y las palestinas me importan lo mismo, pero me sirven de pantalla de solidaridad y buen corazón, de lo que carezco.
El valor de la vida humana debe de ser el máximo a defender, a respetar y a ofrecer cobertura, sea esta conocida, desconocida, en el seno materno o en fin de sus días, la de una terrorista o la de una víctima. Frente al ataque al derecho a la vida no podemos tener timoratos discursos, sino que debemos mantener una postura férrea e inequívoca de defensa de la misma, pues si comenzamos a realizar limitaciones o establecer límites acabaremos por no defender aquellas vidas que no me sean conocidas, las que me molesten o aquellas que no estén de acuerdo conmigo.
La muerte de un terrorista de Hamás es tan repulsiva como la de una niña ucraniana, la de un fascista facineroso como la de un santa monja al servicio de los pobres, o la del más corrupto putero de la ultraizquierda violador de los derechos humanos; la que es víctima de un bombardeo como la de aquel al que se le aplica la más abyecta pena que un Estado puede practicar perdiendo el adjetivo de Estado, cual es la pena de muerte. La vida humana es siempre respetable y protegible; cuestión distinta será la valoración de los actos, de las virtudes o de los vicios que cada uno porte en su mochila particular.
Me sorprende que nos rasguemos las vestiduras por la guerra de Gaza y hablemos de estado genocida y no se nos mueva el alma por el asesinato de los niños en Ucrania, manteniendo una postura equidistante o simplemente cómplice; que nos alcemos contra el mundo por los inmigrantes manejados por Estados corruptos y asociaciones de tráfico de seres humanos, pero aceptemos sin ningún pudor la prostitución alentada por el régimen comunista de Cuba, de Venezuela, etc.
La vida, la dignidad humana no debe de tener niveles o grados: deben de ser valores no discutidos, ni discutibles, pues si la democracia, la política, la economía, las relaciones sociales, el día a día es algo importante, sólo puede producirse con la vida y la dignidad.
Si tengo una partido corrupto, repleto de puteros, 'comegambas', que desprecian a las mujeres y permiten la rebaja de penas de los violadores, mientras se venden como feministas; si me importan un pito los parados, a los mis colegas robaron 700 millones de euros, pero no les pasará nada y les busco una exculpación repulsiva, sin devolver lo robado; si me dan igual los ciudadanos mientras me sirvan para dilapidar el pasado, el presente y el futuro de mi país, en lo que me mantenga en el poder, la vida será, como parece, una simple imagen de sentimiento que me permite agredir al adversario. Pero si mañana soy yo el que tengo que matar... ¿lo haré?
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