La igualdad entre hombres y mujeres es jurídicamente perfecta y, salvo algún reducto insignificante y extremo, en la práctica esa igualdad se produce
Techos de cristal
La igualdad entre hombres y mujeres es jurídicamente perfecta y, salvo algún reducto insignificante y extremo, en la práctica esa igualdad se produce
Es habitual que, a lo largo del día, se escuche a alguna muchacha argüir que la mujer debe de empoderarse, que está menos valorada y que tiene un techo de cristal, fruto de que es ella quien sacrifica su profesión para el cuidado de los niños.
Cierto es que, en el pasado, la mujer estuvo sometida al marido, muchas veces por ejercicio del 'macho' y, otras muchas, por voluntad propia: por amor, por seguridad, por tranquilidad. Era ella quien se acomodaba a esa situación y, con mano de hierro, transmitía ese rol a sus hijas e hijos. Recordemos que el machismo es fruto de un matriarcado feroz que lo inculcaba con exigencia.
Hoy, la igualdad entre hombres y mujeres es jurídicamente perfecta y, salvo algún reducto insignificante y extremo, en la práctica esa igualdad se produce.
Sin embargo, secularmente no siempre es así: la que renunciaba a su profesión para el cuidado de los vástagos era la mujer, por motivos físicos, culturales e incluso económicos, pues no era inusual que la que renunciaba a su carrera fuese la mujer, lo que coincidía con quien, por diversos motivos, lucraba menos y por tanto su aportación monetaria era inferior.
Fuera cual fuera el motivo, la situación era que ella, voluntariamente, pero forzada por la situación, era la renunciante y mermaba su opción profesional.
A medida que los hijos crecen, la situación permite volver al mercado. Muchas han ido recuperando ese modelo: han vuelto a trabajar, han podido. Si no recuperar plenamente, pues el tiempo no perdona, si reconquistar las posiciones perdidas.
Lo correcto, lo adecuado, es facilitar esa conquista, apoyar a quien desea recuperar su actividad, y que ese tiempo precioso de cuidado y disfrute de los hijos lo pueda compensar profesionalmente- Aunque sólo sea parcialmente, lo están logrando, de un modo u otro. Sin duda, les queda el trauma de la renuncia, la presión de no haber seguido su camino sin paradas.
Del otro lado está el varón que continuó con su trayectoria profesional, que luchaba día a día por un trabajo que permitiese el confort familiar, que 'picaba piedra' todos los días, con alegrías y muchos sinsabores, con las mismas angustias que su mujer, pero sin poder estar con ella, solo, sin el apoyo de su familia, pues ella está dedicada a otras cosas, a la crianza y el sostén de los pequeños, y mientras él trabajaba de sol a sol sin descanso y sin otro objetivo que los suyos.
Ella luchaba por la familia en su seno y él lo hacía en la calle, en el trabajo, desde fuera. Con la idea clara de que la educación y construcción del futuro común cursaba según lo pactado entre ellos.
Con los años, ambos miran por la venta y contemplan a sus vecinos con los niños jugando en un arenero, disfrutando padre, madre e hijos, de la arenilla y las posibilidades que esta te ofrece. El miró con añoranza esa estampa y le dijo a ella: "nosotros también tuvimos un arenero, pero nuestros hijos no hacían uso de él". Ella, tardó un poco en contestar, pero en voz baja le dijo: "sí lo hicimos, sí lo disfrutaron; tú lo hiciste, pero tú no estabas".
A él se le hundió el techo encima; él se lo había perdido, tuvo que renunciar a eso y otras muchas cosas más que nunca volverán y que dejan un sello en su alma y en la de los suyos que no acaban de comprender ni asumir qué le pasa.
Ella no recuperó su pasado, pero pudo reconstruirlo y revivirlo, quizás de otra forma, quizás en menor medida que pudiera haber sido, pero tuvo algo mucho más grande que todo eso ¿Y él? El no sólo no lo vivió, no lo disfrutó, sino que jamás lo recuperará, ni siquiera parcialmente, y en muchas ocasiones le será echado en cara "tu no estabas".
¿Cuál es el techo de cristal? ¿cómo él recuperará lo perdido? ¿es justo que ella le recrimine qué ella perdió su profesión? ¿cómo reclama él lo que nunca conseguirá?
La figura está hecha con ella renunciando a su trabajo, pero cada día hay más "ellos" que lo hacen y en ese caso, en lugar de reconocérselo y loarlo, la respuesta es "ya iba siendo hora" ¿hora de qué? ¿quién pierde más el que lo hace con su profesión o el que pierde a su familia? Gusto o no, lo fácil, lo normal es que uno u otro pierda... ¿quién pierde más? ¿quién lo puede recuperar y quien no lo recuperara jamás?
Dejemos de victimizarnos o de confrontarnos y comencemos a crear y construir juntos, sin rencores, con negociación, con renuncias mutuas, hablando las cosas y acordando los modos; pero, una vez alcanzado el consenso, sin mirar atrás, ni reproches por la elección adoptada, sin hacer dos bandos donde debiera cursar un solo tren en una sola vía construida por ambos y cumpliendo lo pactado para no hacer descarrilar el tren que tanto cuesta poner en la vía.
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