Una juventud defraudada
Los que hemos pasado de la edad dorada de la juventud difícilmente podremos comprender a unos jóvenes que, en general, se han preparado concienzudamente para enfrentarse a la vida y, ahora, no encuentran la menor recompensa. Pero lo que sí podemos comprender es que se sientan defraudados. No, no es que estén en paro o no quieran trabajar. Es que, aunque trabajen, no tienen para vivir desahogadamente. Incluso de los sueldos mínimos parte se les van en impuestos. Defraudados de la sociedad en general, y de los políticos en particular. Esto es terriblemente peligroso. El desencanto de la juventud es el terreno mejor abonado para los extremismos y las dictaduras.
Hay algo en las democracias -y más aún en las democracias occidentales- que no funcionada. Hay mucho dinero, pero el dinero se queda estancado en las alturas. De nada nos sirve eso de que "España va bien". Ni España ni la UE van bien. Las democracias actuales, con sus sistemas actuales de partidos políticos nos están conduciendo al gobierno de los inútiles y de los corruptos.
Desahogar este desencanto culpando a los inmigrantes de esta situación injusta es echar balones fuera. Nuevamente he vuelto a oír el eslogan "Europa es cristiana". No, la Europa actual teóricamente es cristiana, pero en la práctica de cristiana tiene muy poco. Las constituciones de las naciones europeas están llenas de principios cristianos, y el Tratado de la Unión también, Pero una sociedad con tanta injusticia, una sociedad donde no se premia el esfuerzo ni el sacrificio, donde reina el odio y la mentira, donde se despilfarran millones mientas millones de personas viven del debajo del umbral de la pobreza no puede llamarse cristiana.
La Iglesia jerárquica española tampoco es un ejemplo de valores cristianos. Mientas sobran templos y conventos sin ningún valor histórico y se venden por una precio considerable -sobre todo si se encuentran dentro de las grandes ciudades- y ese dinero va a parar a las arcas de no se sabe quién, hay millones de españoles que no pueden permitirse la compra de un hogar, y miles de personas durmiendo en la calle.
El hecho de que un porcentaje elevado de personas que se cristianos no pisen por la iglesia, no quiere decir que no aprecien los valores del cristianismo y que esperen de la jerarquía un comportamiento más solidario con los más necesitados.
También los ciudadanos nos sentimos defraudados y, al mismo tiempo, culpables, pues hemos sido nosotros los que hemos elegido a los principales defraudadores.

